El ahorro en energías renovables es un hecho que ha venido a revolucionar el sector industrial, comercial y doméstico (más en unas regiones que en otras). Todavía sigue habiendo renuencia en el uso de tecnologías ecológicas para el bien de la humanidad, desde luego incluyendo su economía.
Tan solo a mediados de los 2000’s, ya se estaban produciendo 2,200 megavatios a través de células fotovoltaicas, representando un crecimiento del 40% en esa época, comparadas con otras fuentes que no son renovables.
La energía solar fotovoltaica pasó a ser un proceso sumamente competitivo en cualquier clase de mercado, sobre todo en aquellos que poseen aplicaciones para la conexión a red, dando pie a una evolución automatizada en procesos productivos de cualquier manufactura.
Si bien el ahorro de energías renovables se nota más en países avanzados, dada la capacidad de estos mismos para otorgar programas de apoyo en la adquisición de dichas tecnologías, esta tendencia ha ido avanzando a tal grado de alcanzar otras regiones que hasta hace unas décadas parecían ser imposibles. Estos programas de incentivación son fundamentales, y cualquier empresa debe buscarlas para su beneficio.
Cuando en una región, la tecnología en energía solar fotovoltaica crece, es posible que se forme una especie de curva de experiencia, en la que los costos de fabricación decrecen, haciendo que la producción se incremente y los precios resulten más accesibles en dicho lugar. Es decir, ya sea a través de módulos o sistemas enteros de paneles.
Esto toma más relevancia para emplazamientos urbanos, ejidales o áreas industriales que no cuentan con una buena central eléctrica que les proporcione la fuente necesaria en al menos 800 km de distancia, por lo que las energías renovables con paneles fotovoltaicos se convierten en la mejor opción para estas zonas aledañas.
Esta clase de tecnología seguirá evolucionando en sus esfuerzos para hacerla aún más competitiva frente a la fuente eléctrica convencional, con una rentabilidad que propicie muchas adquisiciones a nivel minorista o residencial. Asimismo, todas las proyecciones indican un eventual reemplazo de un buen número de centrales de combustión de carbono, evitando así, la terrible emisión de contaminantes CO2 en cantidades industriales, de hasta más de 600 millones de toneladas anuales.
Indudablemente los análisis científicos son concisos y contundentes. La energía solar fotovoltaica es capaz de disminuir los gases de efecto invernadero que atentan contra la capa de ozono, sin que se presenten efectos secundarios o secuelas de contaminación ambiental. Después de todo, de acuerdo a estudios de energía en Europa, tan solo 1 MWh generada en un sistema de paneles, permitiría ahorrar hasta 600 kg de dióxido de carbono; ahora eso habría que proyectarlo a todas las instalaciones de energías renovables.
Otra gran ventaja para industrias y zonas residenciales, es que el retorno energético de los paneles es de tan solo 5 meses. Eso es impresionante considerando que el tiempo de funcionamiento útil de estos dispositivos solares es de hasta treinta años.
Quizás los mecanismos térmicos solares son los más representativos dentro de la energía solar fotovoltaica, sobre todo a nivel doméstico. Sin duda ha surgido un ‘boom’ impresionante en la adquisición e instalación, permitiendo así, una reducción de al menos un 20% de CO2 hacia la atmósfera. Después de todo, está calculado que aproximadamente el 30% de las emisiones son por el calentamiento de agua con sistemas convencionales.
Los esfuerzos para mitigar el cambio climático se está convirtiendo en una lucha de tira y afloja. Por un lado, hay industrias que la combaten, tratando de modificar sus prácticas al minimizar el uso de combustibles fósiles, por otro lado, todavía hay renuencia de algunos sectores en el uso de ecotecnologías. Deberíamos preguntarnos: ¿a qué lado pertenecemos?